
"
Se dice doctor, pero no lo es." Así comenzó
el artículo que derroco al secretario de Educación,
Fausto Alzati Araiza, a finales de 1994. Nombrado al gabinete federal por Ernesto Zedillo, Alzati dirigió
la SEP menos de dos meses, hasta su renuncia, tras el descubrimiento de que se ostentaba como doctor, a pesar de no serlo.
A diferencia de nuestr
xs candidat
xs, Alzati no había comprado un título sin ningún valor y sin estudios. Efectivamente había estudiado en
la universidad de Harvard, no en una "universidad" fantasma. Insistió al inicio del escándalo que se desató que había cumplido con "
todos los requisitos del programa, incluida la presentación de la tesis", pero admitió que no había defendido ni registrado su disertación, hecho corroborado por la universidad. Pero a pesar de su "inexactitud", aún así se le responsabilizó, y renunció.
El doctor Alzati –doctor, porque retornó a Harvard a terminar sus estudios– también fue Director General
del CONACYT, y fue durante su dirección que un doctorado se volvió, irónicamente, un requisito para formar parte del Sistema Nacional de Investigadores. El doctorado ya no es un requisito estricto, pero de la misma forma en que
el sistema puso "
en juego la calidad del trabajo científico realizado" en México, quizás también creo una generación de doctores "patito", sin interés en la investigación, solo en los incentivos que podían adquirir. El doctor Alzati en pocas palabras
lo dijo: "
Mucha gente, cuando vio lo que pasó conmigo, pues le empezó a dar prisa por doctorarse." Nos imaginamos que nunca pensó que mucha de ese gente terminaría con doctorados de
universidades changarro.
En una entrevista, el docor Alzati –guanajuatense de origen– indicó que "
una de [sus] grandes convicciones es que un Estado moderno y un país exitoso requieren de un esfuerzo sistemático para eliminar los niveles de discrecionalidad en el ejercicio del poder, tanto público como privado." Es muy posible que tenga razón, pero la presencia de tantos falsos doctores en tantas de instituciones mexicanas y la falta de reacción de parte de las autoridades, casi quince años después de la debacle Alzati, demuestra que en el caso de México, los niveles de discrecionalidad no solo han aumentado desde entonces, pero ya no intentan ocultarse.
Desde
el CONACYT, con su "
actual director medieval", hasta
las universidades estatales, pasando por
las universidades privadas "de prestigio",
los centros de investigación y
las preparatorias, la educación y la investigación en México agoniza. El Cuadro solo puede documentar y compartir con ustedes una pequeñísima parte de la problemática, pero ustedes (e insistimos,
ustedes, no "alguien") deben de terminar lo que falta.
Agradecemos al distinguido Miguel Ángel Granados Chapa
por recordarnos de esta historia.